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Breves irradiaciones de una Fosforescente Idiota

Muy bien, asumiré mi inestable condición al tiempo que le develo la línea directriz que hasta el momento fue trazando mi pasar contingente en esta existencia no buscada ni pretendida.  Desde que el uso de la razón me apedrea, se me suscitan infinitos interrogantes acerca de mi idiotez, y no es que vaya yo aquí a enumerarlos uno a uno porque eso sería precisamente declararla a los cuatro vientos, pero al menos lo que me interesa delinear por el momento es la cuestión acerca de si debo repudiarla o sacarle provecho.Le resultará extraño, ¿no es verdad? En este punto me imagino que Usted ya habrá abandonado esta lectura por considerarla en su totalidad fútil y –repito- idiota. Y en este sentido quiero dejar todo en claro ya mismo, a fines de evitar posteriores desilusiones y demás yerbas. Voy a asumirlo tanto como a advertirlo, y así nos comprenderemos cabalmente: se lo corroboro, este planteo de hecho ES idiota. Y cuando leyó que no puedo parar de constatar mi propia idiotez, ha Usted leído muy bien. Ciertamente, la experiencia de la idiotez es para mí algo cotidiano y que en ocasiones se manifiesta reiteradas veces en un mismo día. Y lo que sugerí en principio acerca de la disyuntiva en cuanto a los provechos o desprovechos que ésta pueda brindarme, también es correcto. Me lo pregunto continuamente, es motivo de inquietud para mí y, por si le interesa, no he podido aún esbozar una respuesta, al menos para vivir tranquila. Las dudas en torno a esto crecen al ritmo que la idiotez misma hace muy bien lo suyo. Por el momento, sólo puedo abordar a posturas momentáneas tanto como empíricas. Es decir: comprendo que mi vasta idiotez me perjudica en ciertos aspectos desde el momento en que quien advierte mi fatal situación puede dejar (con absoluta razón) de tomarme en serio de aquí en adelante y sin reversibilidad posible. A eso bien claro lo tengo. Pero ahora viene el pero. En muchas de las ocasiones en que mi idiotez se torna evidente -aunque no en todas ellas-  resulta bastante notable el modo en que de mi estúpida conceptuación sobre algo, o de mis imbéciles comportamientos, surgen fantásticas ideas; ideas fosforescentes que por idiotas dudo que se le ocurran a alguien más que a un cerebro tan idiota como el mío, o alguno que otro más pero no estoy muy segura. También quiero decirle que a la acentuación de esta diferencia que noto en mí respecto de los demás, no la planteo como un estadío de superioridad ni nada por el estilo. Por el contrario, es inferioridad declarada. Ya le comentaba antes que los destellos de idiotez que brotan de mí, me generan ideas fluorescentes que resultan verdaderamente indómitas al intentar censurarlas; y es por eso que le aviso, y espero sepa compadecerse de tamaña actitud idiota, que no pienso ni buscaré en ningún momento refrenar estos impulsos de fértil imbecilidad que tanto transpiro. A veces la idiotez misma puede ser el camino de apertura a un nuevo sistema de concepción y comprensión de las cosas. Otras veces puede contribuir a la esterilidad del pensamiento humano. En medio de esta ardua dicotomía me debato por estos días, pero le reitero (para que no quede duda alguna) que ya me encuentro, y con orgullo, encaminada hacia la primera.Espero no haberle fastidiado. Para reconocerle de algún modo este tiempo para usted perdido, le saludo cordialmente y me dejo a su entera disposición en el caso de que le interese corroborar mi condición personalmente. Con el aprecio de siempre,

Una  Fosforescente Idiota    

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